El Pensadero.
Por Héctor González Amador.
En México consumimos 166 litros de refresco por persona al año, eso es casi medio litro diario, pero muchas personas rebasan el promedio cada día. Cifras de la Secretaría de Salud estiman que cada 600 mililitros contienen hasta 15 cucharadas de azúcar, ¡eso sí que es un postre embotellado! El INEGI explicó, apenas en agosto pasado, que el exceso en el consumo de refrescos provoca 192 mil 563 muertes por enfermedades cardiovasculares y 112 mil 641 muertes por diabetes mellitus. El Gobierno de Claudia Sheinbaum, muy preocupado por nuestra salud, publicó un atractivo comunicado en su página oficial e invitó al secretario de Salud, David Kershenobich, a dar un informe al respecto en la conferencia de la mañana del 19 de agosto.
La conferencia llegó a 345 mil personas. La prevención del consumo excesivo de refrescos no recibió una pauta publicitaria, no se buscó amplificar el mensaje, ni se mencionó alguna marca específica de refrescos. La intención del Gobierno de Sheinbaum no pasó de los nueve minutos que se habló del tema con una creatividad apabullante. Ese mismo día, se montó un espectáculo donde 23 gobernadoras y gobernadores morenistas del país arrancaron simultáneamente las Rutas de la Salud, un modelo copiado del Gobierno de Veracruz donde camionetas repartirán el medicamento en una estrategia conocida como la última milla, estrategia que a su vez replican de la forma en que los refrescos son entregados hasta el rincón más alejado del país.
Ese 19 de agosto Sheinbaum dijo que el problema en el abasto de medicamentos es básicamente administrativo, que la lenta digitalización en el IMSS-BIENESTAR provocaban atrasos, y que ahora con el cambio de estrategia de abasto ese problema se terminaría. Pero apenas un mes después, el 24 de septiembre la industria farmacéutica reclamó a la presidenta el adeudo de 40 mil millones de pesos que mantiene el Gobierno de México con varias empresas del ramo desde 2019, un año después de que iniciara el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Acto seguido, Sheinbaum admite deuda, no aclara si la cantidad reclamada es correcta, pero lanza un aviso: deben seguir surtiendo medicamento aunque no se les pague so pena de boletinarlos para no volverles a comprar, y después amaga con demandarlas.
Una de esas empresas es PiSA, una farmacéutica con al menos 80 años de experiencia en el desarrollo de medicamentos, produce de todo, incluso quimioterapias. Y en esa amplia vitrina un producto estrella destaca con 240 millones de piezas producidas al año, un aparentemente inofensivo suero rehidratante bajo el nombre Electrolit que acaparó todas las redes sociales esta semana. Se mantuvo como la principal tendencia de búsqueda en internet alcanzando el pico del 100 por ciento de interés el 9 de octubre. ¡Ya quisiera el aviso sobre refrescos que hizo Kershenobich!
Pero ¿por qué Electrolit sí lo logró? La estrategia fue completamente contrastante: alguien interesado – interesada- en que se pensara que electrolit es, en sí mismo, dañino para la salud por su alto contenido de glucosa, que entonces debería pagar impuestos como refresco, y con ello estigmatizarlo como un producto tramposo y mentiroso, contrató a los influencers médicos más destacados de internet. ¿Quién podría tener tan bajas intenciones?
Varios altos perfiles en el mundo digital lanzaron videos con precisas coincidencias discursivas, los mismos ejemplos, las mismas frases publicitarias, básicamente un copy paste de desprestigio. Con ese dardo, además, muchos otros creadores de contenido se subieron a la ola y secundaron a los que creyeron confiabilísimos científicos influenciadores. Hoy sabemos, porque el creador de contenido conocido como Mr. Doctor lo evidenció, que en realidad existió una campaña articulada para contratarlos, a él mismo le ofrecieron 48 mil pesos para publicar un video del cual le enviarían un guion a seguir.
Desde entonces se desató una serie de ataques digitales a los médicos que habrían participado, algunos ya están perdiendo seguidores y la comunidad digital los ha condenado como falsos y vendidos. Pero la pregunta más relevante sigue en el aire sin ser respondida y, quizás, nunca la respondan. ¿Quién diseñó y pagó esa campaña?, ¿a quién le convenía que se desprestigiara a un suero rehidratante en forma de bebida que, además, no se anuncia como refresco en ningún medio publicitario ni en retail?
A ver si esto nos sirve para darnos una idea: el 29 de septiembre el diputado del PT José Antonio López propuso que el Electrolit fuera sometido al pago de impuestos idénticos a los que pagan los refrescos, su argumento es que la cantidad de glucosa – por cierto necesaria para funcionar como rehidratante en casos clínicos específicos – es superior a la de los refrescos que están bajo este régimen tributario. Apenas el 10 de octubre Morena formalizó esa propuesta y anunciaron que buscarán cobrar esos centavos por cada botella que se vende.
Sea cual fuera la intención – tributaria o presión para la entrega de medicamentos aún sin pago de por medio – todo nos lleva al mismo camino: la campaña contra electrolit hiede a manita de puerco desde el gobierno o desde el Legislativo. Y el régimen ha mostrado que sí sabe usar las redes sociales, que sí puede llegar a todas las audiencias cuando así lo quiere y conseguir doblar a las más sólidas empresas de cualquier industria. Quieren más impuestos, por eso la prevención del consumo de refresco se quedó en 345 mil personas en la mañanera, no vaya a ser que lo dejen de comprar.




